En Pequeña Miss Sunshine, el padre ha escrito un libro de autoayuda. El problema no es el contenido, que podría ser perfectamente sólido, sino el autor: un hombre que no ha logrado absolutamente nada en su vida. ¿Quién va a comprar un manual de cómo ganar firmado por alguien que encarna la derrota? Nadie.
La industria editorial no vende ideas, vende biografías empaquetadas. El mérito de un texto se mide en función del currículum del que lo firma. Si eres un ejecutivo millonario o un coach televisivo, puedes publicar cualquier banalidad y la gente la comprará como si fueran tablas de la ley. Si no eres nadie, aunque escribas la obra más lúcida sobre disciplina y esfuerzo, acabará en la papelera de un editor.
Lo que la película desnuda es el mecanismo cínico del éxito cultural: no importa si tienes algo que decir, importa si tu vida puede convertirse en marketing. El padre fracasa no porque su libro sea malo, sino porque él es un fracasado. Y en un sistema que solo reconoce ganadores visibles, la verdad de las ideas es irrelevante. Lo único que importa es que vendas bien en la contraportada.
La industria editorial no vende ideas, vende biografías empaquetadas. El mérito de un texto se mide en función del currículum del que lo firma. Si eres un ejecutivo millonario o un coach televisivo, puedes publicar cualquier banalidad y la gente la comprará como si fueran tablas de la ley. Si no eres nadie, aunque escribas la obra más lúcida sobre disciplina y esfuerzo, acabará en la papelera de un editor.
Lo que la película desnuda es el mecanismo cínico del éxito cultural: no importa si tienes algo que decir, importa si tu vida puede convertirse en marketing. El padre fracasa no porque su libro sea malo, sino porque él es un fracasado. Y en un sistema que solo reconoce ganadores visibles, la verdad de las ideas es irrelevante. Lo único que importa es que vendas bien en la contraportada.