Lörna había protagonizado ya tres películas dirigidas por Krox. Ambos sabían que no aguantarían juntos otra más así que tras la fiesta de final de rodaje cesaron temporalmente su convivencia como pareja. No sabemos si fue eso lo que ocurrió realmente, pero al menos es lo que se decía en su comunicado oficial.
Krox había puesto todas sus esperanzas e ilusiones en un futuro compartido con su idolatrada Lörna. No pudo ser y el cineasta se sumió en una catarsis creativa que desembocó en su mejor trabajo. Una película que pronto se convirtió en un clásico, el film más electrizante del año: Kiki: una violación inoportuna. Muchos dijeron que ese trabajo cinematográfico era una copia prácticamente idéntica de una película muy antigua, pero nunca se pudo demostrar la relación entre ambas porque la última copia de la película original se perdió misteriosamente meses antes del estreno del nuevo y homónimo proyecto ridículamente caro del cineasta azotadito.
Lörna decidió darse un tiempo con Krox y este hastiado de las mujeres decidió encargar una robot sentimental. Unas pocas semanas más tarde llegó a su casa Kärla, el androide con capacidad de humanizarse. Sus circuitos cerebrales varían con el tiempo y desarrolla una red neuronal indistinguible del cerebro humano. Su personalidad tiene infinitos matices y su cuerpo envejece al ritmo natural. Estas características hacen que el modelo Hang Su sea el adecuado para mantener una relación amorosa. Tras dos años de funcionamiento, el robot pasa un examen psicológico exhaustivo que puede desembocar en la obtención del carnet de identidad humano o en la desconexión definitiva. Para proteger los derechos de los robots, en cualquier momento pueden abandonar a su comprador y regresar a la fábrica donde la empresa garantiza otro destino como pareja de humanos o como auxiliares administrativos. Esto certifica que la relación es deseada por ambas partes, pues tanto el humano como el robot pueden concluirla en cualquier momento.
Kärla llamaba a la puerta. Krox sintió que hacía algo inmoral al meter en su casa a una mujer por la que había pagado. No obstante, ella era libre para hacer lo que deseara y eso reconfortaba al director aficionado al dolor. Lo primero que le dijo al abrir la puerta e invitarla a entrar fue: -No hables, solo escucha.- Aquello se encontraba entre una de las peores cosas que se le puede decir a una mujer, aunque sea en parte electrónica y recién salida de la eficiente cadena de montaje de Google Robots Inc.
Krox había puesto todas sus esperanzas e ilusiones en un futuro compartido con su idolatrada Lörna. No pudo ser y el cineasta se sumió en una catarsis creativa que desembocó en su mejor trabajo. Una película que pronto se convirtió en un clásico, el film más electrizante del año: Kiki: una violación inoportuna. Muchos dijeron que ese trabajo cinematográfico era una copia prácticamente idéntica de una película muy antigua, pero nunca se pudo demostrar la relación entre ambas porque la última copia de la película original se perdió misteriosamente meses antes del estreno del nuevo y homónimo proyecto ridículamente caro del cineasta azotadito.
Lörna decidió darse un tiempo con Krox y este hastiado de las mujeres decidió encargar una robot sentimental. Unas pocas semanas más tarde llegó a su casa Kärla, el androide con capacidad de humanizarse. Sus circuitos cerebrales varían con el tiempo y desarrolla una red neuronal indistinguible del cerebro humano. Su personalidad tiene infinitos matices y su cuerpo envejece al ritmo natural. Estas características hacen que el modelo Hang Su sea el adecuado para mantener una relación amorosa. Tras dos años de funcionamiento, el robot pasa un examen psicológico exhaustivo que puede desembocar en la obtención del carnet de identidad humano o en la desconexión definitiva. Para proteger los derechos de los robots, en cualquier momento pueden abandonar a su comprador y regresar a la fábrica donde la empresa garantiza otro destino como pareja de humanos o como auxiliares administrativos. Esto certifica que la relación es deseada por ambas partes, pues tanto el humano como el robot pueden concluirla en cualquier momento.
Kärla llamaba a la puerta. Krox sintió que hacía algo inmoral al meter en su casa a una mujer por la que había pagado. No obstante, ella era libre para hacer lo que deseara y eso reconfortaba al director aficionado al dolor. Lo primero que le dijo al abrir la puerta e invitarla a entrar fue: -No hables, solo escucha.- Aquello se encontraba entre una de las peores cosas que se le puede decir a una mujer, aunque sea en parte electrónica y recién salida de la eficiente cadena de montaje de Google Robots Inc.