Lörna entendió que Sören se había encaprichado de ella. A ella le gustaba, pero no se veía casada con él ni teniendo hijos o mascotas juntos. De todos modos sería agradable estar un tiempo con Sören, además le comenzaba a picar la pantorrilla izquierda y su solícito secuestrador no acertaba a rascar en el lugar preciso.
Como tenía ganas de estirar las piernas, pero sobre todo por el picor cada vez más inaguantable, Lörna le dijo a Sören que le quería, que le amaba, que siempre le había amado y que le amaría para siempre. Sören comprendió que le mentía y eso le tranquilizó, así que la soltó y se besaron apasionadamente. Casualmente, justo en el preciso momento en que sus labios se unieron, moría el último ejemplar de inverecunda vulpeja, una especie que el hombre ni siquiera llegó a conocer.
Como Sören tenía que aprovechar la insonorización de la habitación, que había resultado muy costosa, decidió azotar a Lörna para esta que se pusiera a gritar. A ella la verdad es que le dio un poco igual, ni frío ni calor. Bueno, para ser sinceros algo de calor sí que sintió, pero no mucho.
Tras la azotaina, salieron a un centro comercial a dar una vuelta y se tomaron un sorbete con sabor a limón. Después regresaron a casa y debatieron intensamente acerca de la supuesta infidelidad de un famoso deportista con una cantante de moda. Luego pillaron tema y rieron sin causa hasta que comenzaron a sentir dolor en las mejillas.
Sören se pasó con el tema y los efectos fueron perniciosos, la noche que pasó se podría comparar con la visión forzosa de un vídeo que recogiera los fragmentos más perturbadores de una película nihilista de Pink Floyd. Menudo dolor de cabeza tenía Sören a la mañana siguiente. Y es que por algo se enseña en las escuelas la correcta cantidad de tema que debe consumirse. No se debe tomar una gran dosis si no estás habituado a hacerlo frecuentemente. ¿A qué estaba jugando Sören? ¿Es que acaso quería morir y reportar mala imagen a algo tan bueno como el tema?
Como tenía ganas de estirar las piernas, pero sobre todo por el picor cada vez más inaguantable, Lörna le dijo a Sören que le quería, que le amaba, que siempre le había amado y que le amaría para siempre. Sören comprendió que le mentía y eso le tranquilizó, así que la soltó y se besaron apasionadamente. Casualmente, justo en el preciso momento en que sus labios se unieron, moría el último ejemplar de inverecunda vulpeja, una especie que el hombre ni siquiera llegó a conocer.
Como Sören tenía que aprovechar la insonorización de la habitación, que había resultado muy costosa, decidió azotar a Lörna para esta que se pusiera a gritar. A ella la verdad es que le dio un poco igual, ni frío ni calor. Bueno, para ser sinceros algo de calor sí que sintió, pero no mucho.
Tras la azotaina, salieron a un centro comercial a dar una vuelta y se tomaron un sorbete con sabor a limón. Después regresaron a casa y debatieron intensamente acerca de la supuesta infidelidad de un famoso deportista con una cantante de moda. Luego pillaron tema y rieron sin causa hasta que comenzaron a sentir dolor en las mejillas.
Sören se pasó con el tema y los efectos fueron perniciosos, la noche que pasó se podría comparar con la visión forzosa de un vídeo que recogiera los fragmentos más perturbadores de una película nihilista de Pink Floyd. Menudo dolor de cabeza tenía Sören a la mañana siguiente. Y es que por algo se enseña en las escuelas la correcta cantidad de tema que debe consumirse. No se debe tomar una gran dosis si no estás habituado a hacerlo frecuentemente. ¿A qué estaba jugando Sören? ¿Es que acaso quería morir y reportar mala imagen a algo tan bueno como el tema?