Lörna tenía claro que odiaba a las personas a pesar de ser una de ellas. Si había algo que le provocara ojeriza era que su número no dejaba de aumentar con el paso del tiempo. Y todo ello por la absurda idea de que es preciso tener hijos para cumplir un objetivo vital. Ya lo decían en los libros para que los escolares desarrollasen una cultura general básica suficiente para acertar un buen número de preguntas del Trivial para niños: “los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Además de esto, las personas disfrutan y consumen”. Pues bien, ella no pensaba reproducirse jamás. No iba a albergar dentro de ella a un pequeño ser repugnante que se alimentase de ella como una garrapata. Nunca entendería cómo había mujeres que viesen algo romántico o mágico en ese proceso ancestral que concluía con la salida de la criatura amoratada de forma violenta y dolorosa. Desear ser madre es un claro síntoma de irracionalidad y estupidez.
Al cabo de un par de meses el médico le dijo a Lörna que estaba embarazada. ¿Cómo era aquello posible si usaba todos y cada uno de los métodos anticonceptivos que vendían en la zona de farmacia? Sorprendentemente, uno de sus óvulos se dividió sin necesidad de entrar en contacto con un espermatozoide. Esto ocurre aproximadamente en una de cada cien mil mujeres desde que se usan desodorantes vaginales. Lo extraño es que en vez de degenerar en un tumor, lo que antes fuera un óvulo normal y corriente, se tornó por sí solo en un pequeño proyecto viable de bebé. Una copia idéntica de Lörna.
En otras circunstancias, Lörna hubiera abortado sin dudarlo, pero al albergar en su seno a una pequeña copia exacta de sí misma, le entraron dudas y finalmente decidió seguir adelante con el embarazo. Deshacerse de su hija sería algo parecido a suicidarse, y ya estaba muy mayor para dedicarse a pensar en dilemas morales tediosos y deprimentes. Además oyó que cuanto más fea era la mujer, mayor era la mejora en sus facciones que experimentaba con el embarazo. Probablemente fuera una leyenda urbana sin ningún fundamento, pero con lo grotesca que era Lörna, estaba dispuesta a creer en lo que fuera.
Al cabo de un par de meses el médico le dijo a Lörna que estaba embarazada. ¿Cómo era aquello posible si usaba todos y cada uno de los métodos anticonceptivos que vendían en la zona de farmacia? Sorprendentemente, uno de sus óvulos se dividió sin necesidad de entrar en contacto con un espermatozoide. Esto ocurre aproximadamente en una de cada cien mil mujeres desde que se usan desodorantes vaginales. Lo extraño es que en vez de degenerar en un tumor, lo que antes fuera un óvulo normal y corriente, se tornó por sí solo en un pequeño proyecto viable de bebé. Una copia idéntica de Lörna.
En otras circunstancias, Lörna hubiera abortado sin dudarlo, pero al albergar en su seno a una pequeña copia exacta de sí misma, le entraron dudas y finalmente decidió seguir adelante con el embarazo. Deshacerse de su hija sería algo parecido a suicidarse, y ya estaba muy mayor para dedicarse a pensar en dilemas morales tediosos y deprimentes. Además oyó que cuanto más fea era la mujer, mayor era la mejora en sus facciones que experimentaba con el embarazo. Probablemente fuera una leyenda urbana sin ningún fundamento, pero con lo grotesca que era Lörna, estaba dispuesta a creer en lo que fuera.