No hay nada como que algo sea inalcanzable para que resulte atrayente y en extremo apetecible. Siempre ha sido así. Si un niño no quiere jugar con un juguete y está entretenido con otro, basta que cojas el objeto olvidado para que todo el interés se recobre de inmediato. El niño te intentará quitar el juego de las manos y si no lo consigue se pondrá a llorar desconsoladamente hasta que recobre lo que por justicia le pertenece.
Sören despreciaba a Lörna, pero súbitamente dejó de hacerlo en el preciso momento en el que se enteró de que mantenía una relación con Krox Guilär. Entonces empezó a sentir que ya no le repugnaba tanto. Es más, notaba cómo quería estar a su lado. Lörna sabía que a Krox le gustaba la violencia y el dolor, pero se portaba tan bien con ella que no podía hacer otra cosa sino quererlo. Si lo amaba, él la dejaría y entonces le odiaría, por lo que podrían volver a salir juntos. Pero si regresaban, ella le volvería a apreciar y entonces se separarían de nuevo.
A Lörna no le extrañaba que a Krox le duraran tan poco las parejas. En verdad era muy difícil entender a los hombres. Su abuela tenía razón cuando le decía que lo mejor que podía hacer para no sufrir con las relaciones era formar parte del harén de un acaudalado emir sin aspirar a ser la favorita, solo manteniéndose en un discreto segundo plano. ¡Qué lástima que casi no se haga caso a la impagable sabiduría de los ancianos!
Krox comenzó a observar como Lörna le zarandeaba con menos fuerza y ya casi no le hacía sangrar cuando le mordía. Se sintió muy decepcionado, pues nunca había conocido a nadie que torturara de forma tan natural. Todas las mujeres que él había conocido eran muy artificiales en los gestos, movimientos y expresiones. Él detestaba esos vanos artificios en el cine y también en la vida real.
Y mientras Lörna y Krox vivían en pecado, Sören pensando en Lörna pasa noche y día, le gana la batalla la melancolía. Para él Lörna es tan diferente, tan natural, tan divertida y especial, tan adorable, tan perspicaz, tan ocurrente, tan casual, tan superguay que ya no puede más. Siempre le traiciona la razón y le domina el corazón porque vivir así es morir de amor. Por amor tiene el alma herida, por amor no quiere más vida que su vida. Melancolía.
Como Sören se estaba volviendo loco de tanto escuchar aquella emisora de clásicos románticos non-stop, decidió que tenía que hacer algo. Tras mucho pensar, puso a la venta su colección de espejos y marcos de fotos decorados artesanalmente por niños afectados por un raro tipo de enfermedad en la cara que les desfiguraba por completo. Con el dinero que obtuviera contrataría a un grupo de delincuentes profesionales para que secuestraran a Lörna. Además podía encerrarla en la habitación que había quedado libre ahora que ya no tenía los caros objetos de los niños monstruosos. Si no la secuestraba, ¿cómo conseguiría que dejara a Krox Guilär, con todo el dinero y la fama que tenía, además del magnetismo que ambas cosas le aportaban? Aún no lo sabía, pero tenía claro que debía alejar a Lörna de su reputado novio para así conseguir que volviera a amarle a él, al ambiguo y fibrado Sören.
Sören despreciaba a Lörna, pero súbitamente dejó de hacerlo en el preciso momento en el que se enteró de que mantenía una relación con Krox Guilär. Entonces empezó a sentir que ya no le repugnaba tanto. Es más, notaba cómo quería estar a su lado. Lörna sabía que a Krox le gustaba la violencia y el dolor, pero se portaba tan bien con ella que no podía hacer otra cosa sino quererlo. Si lo amaba, él la dejaría y entonces le odiaría, por lo que podrían volver a salir juntos. Pero si regresaban, ella le volvería a apreciar y entonces se separarían de nuevo.
A Lörna no le extrañaba que a Krox le duraran tan poco las parejas. En verdad era muy difícil entender a los hombres. Su abuela tenía razón cuando le decía que lo mejor que podía hacer para no sufrir con las relaciones era formar parte del harén de un acaudalado emir sin aspirar a ser la favorita, solo manteniéndose en un discreto segundo plano. ¡Qué lástima que casi no se haga caso a la impagable sabiduría de los ancianos!
Krox comenzó a observar como Lörna le zarandeaba con menos fuerza y ya casi no le hacía sangrar cuando le mordía. Se sintió muy decepcionado, pues nunca había conocido a nadie que torturara de forma tan natural. Todas las mujeres que él había conocido eran muy artificiales en los gestos, movimientos y expresiones. Él detestaba esos vanos artificios en el cine y también en la vida real.
Y mientras Lörna y Krox vivían en pecado, Sören pensando en Lörna pasa noche y día, le gana la batalla la melancolía. Para él Lörna es tan diferente, tan natural, tan divertida y especial, tan adorable, tan perspicaz, tan ocurrente, tan casual, tan superguay que ya no puede más. Siempre le traiciona la razón y le domina el corazón porque vivir así es morir de amor. Por amor tiene el alma herida, por amor no quiere más vida que su vida. Melancolía.
Como Sören se estaba volviendo loco de tanto escuchar aquella emisora de clásicos románticos non-stop, decidió que tenía que hacer algo. Tras mucho pensar, puso a la venta su colección de espejos y marcos de fotos decorados artesanalmente por niños afectados por un raro tipo de enfermedad en la cara que les desfiguraba por completo. Con el dinero que obtuviera contrataría a un grupo de delincuentes profesionales para que secuestraran a Lörna. Además podía encerrarla en la habitación que había quedado libre ahora que ya no tenía los caros objetos de los niños monstruosos. Si no la secuestraba, ¿cómo conseguiría que dejara a Krox Guilär, con todo el dinero y la fama que tenía, además del magnetismo que ambas cosas le aportaban? Aún no lo sabía, pero tenía claro que debía alejar a Lörna de su reputado novio para así conseguir que volviera a amarle a él, al ambiguo y fibrado Sören.