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2.10 Enamorado de la moda juvenil

7/14/2017

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Krox Guilär concedió una serie de entrevistas exclusivas en las que relató con todo tipo de detalles escabrosos como su albacea le retuvo contra su voluntad durante más de doce años y le obligó a practicar necrofilia mecánica con Kärla, su compañera robot que estaba desconectada y no podía enterarse de que lo que ocurría. Aquella brutal descripción de los hechos dio pie al surgimiento de un nuevo vocablo que rápidamente fue aceptado por todos los estratos de la sociedad globalizada, la nekroxfilia: practicar sexo con un robot desconectado. Los académicos de la lengua pusieron el grito en el cielo, retomando el perpetuo e irresoluble asunto de la acelerada degeneración del idioma de los venerables ancestros.

Cuando la presión mediática cesó, el director que tras su desaparición pasó de ser aclamado a convertirse en un mito, pudo dedicarse por completo a Kärla. Tenía que aprovechar la moratoria que le fue concedida para realizar su examen de humanidad para conseguir que sus circuitos neuronales se asemejaran a los de un individuo cabal. Para evitar que se volviera adicta al sexo o a la comida, decidió que no mantendrían relaciones hasta después del examen y tampoco le dejaría probar más alimento que acelgas, legumbres y sopa de sobre. Con estas estrictas normas de conducta o se moría de hastío o se convertía en un ser humano modélico.

Pero estas dos normas que tanto bien han hecho a lo largo de los siglos: comer sano y practicar la abstinencia, no se las aplicó Krox a sí mismo y desarrolló, tal vez como efecto secundario del vórtice espacio-temporal, una obsesión por la moda de los prepúberes. Él se convenció de que era un trabajo de documentación para su próxima película, pero sabía que aquello era una flagrante mentira. Le gustaba ver desfilar a niños con las últimas creaciones de los diseñadores más prestigiosos. ¿Acaso había algo de malo en ello?

Pasaron los meses y su extraña afición fue adquiriendo tinten más picantes. Ahora ya no se conformaba con ver las prendas sino que las tocaba mientras las llevaban puestas los niños en los pases privados que realizaban en exclusiva para él. Era cuestión de tiempo que aquel turbio asunto se hiciese público. Un grupo de comunicación en manos de organizaciones de dudosa legalidad hizo pública la información: “Krox Guilär, el nekróxfilo, es además un pedófilo confeso.” Aprovecharon una respuesta que dio hace casi dos décadas a la pregunta “¿piensas tener hijos algún día?” para hacer ver que sus tendencias obsesivas provenían de mucho antes de su secuestro. “Me gustan mucho los niños, pero tener uno propio exige mucha responsabilidad. Yo me conformo con estar un rato de vez en cuando con los hijos de los demás”. ¿A qué mente retorcida se le hubiese ocurrido dar esa respuesta? Krox había confesado su pedofilia casi dos décadas antes de llevarla a cabo, lo cual era una señal inequívoca de que aquel comportamiento deplorable se hallaba presente, al menos en el pensamiento del director, desde la época de sus mejores películas.
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La opinión pública dejó de compadecerse de su secuestro, que por otra parte nunca se pudo demostrar fehacientemente, y comenzó el linchamiento mediático al uso que se producía en este tipo de casos. Sus películas fueron retiradas del mercado, desaparecieron de las listas de mejores films de todos los tiempos y se lanzaron sucesivos rumores infundados sobre el atónito Krox por parte de un pretendido círculo de amistades con los que no recordaba haber coincido jamás.
Pasaron unas semanas y llegó la vista oral del juicio por escándalo público, corrupción de menores y pederastia. -Quiero recalcar que soy inocente de todo de lo que se me acusa- balbuceaba Krox Guilär con voz entrecortada y ojos llorosos. El fiscal le preguntó si acaso no veía a los niños en ropa interior, o incluso desnudos en algunas ocasiones.-Yo no llegué a ver a nadie desnudo, y sólo los vi en ropa interior cuando el desfile era de ese tipo de prendas- El fiscal formuló una última pregunta: -¿Tocó usted a alguno de los modelos infantiles?- los asistentes a la vista se incorporaron con un ademán involuntario que reflejaba la importancia de la respuesta que el acusado debía de dar. -Yo sólo toqué la ropa para apreciar la calidad de los tejidos, en especial cuando se trataba de lencería bordada.- Toda la sala estalló en gritos de indignación. Parecía que la suerte estaba echada.
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    Autor

    Edward Peddersen Jr. es nihilista. Dice que no cree en nada aunque más bien cree que nada tiene sentido. Para él nada existe realmente. A veces se despierta con buen humor y vuelve a creer en la realidad, como cuando era niño. Sin embargo, ni siquiera en esos días felices puede creer en la bondad. La bondad es algo que ningún humano podrá conocer.

    Agradecimientos

    Este libro-blog es tanto del autor como de M.Y.S-J. Sin ella no hubiera sido posible llevarlo a cabo. Sus críticas, aportaciones, comentarios y apoyo constante han sido determinantes. Alguien como ella merece ser la única persona que figure en los agradecimientos. Todos los demás que pudieran haber estado entenderán esta decisión.
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