Los wokianos tienen cinco ocasiones en las que hacen ritos especiales cuyo origen se pierde en la antigüedad, son los llamados “momentos Wok”. El primero de ellos es el woktismo, donde el recién nacido pasa a formar parte de la comunidad mediante la inmersión en un Wok destinado en exclusiva a tal fin. Cuando el creyente alcanza la madurez mental, entre los seis y los cincuenta años dependiendo del caso, se lleva a cabo la wokfirmación. En esta ceremonia se afirma creer en el Wok sobre todas las cosas y tener el propósito de cumplir los cinco mandamientos siempre que sea buenamente posible. Los wokianos también tienen que seguir ritos característicos en la pedida de mano y en la boda. El último “momento Wok” es el funeral del afortunado seguidor que por fin ha salido de este mundo de comida rápida y aditivos a mansalva y ha llegado al Wok House, donde toda la comida sabe mejor que tu plato preferido y tus papilas gustativas pueden detectar hasta doce increíbles sabores, algunos de los cuales dejarían al deseado dulce a la altura del poco apetecible amargo.
Para celebrar la ascensión al Wok, el cadáver se purifica con esencias naturales, al menos eso es lo prescrito en los libros antiguos, pero ya nadie sabe qué esencias hay que usar, así que la práctica común consiste en frotar el cadáver del wokiano con un paño humedecido en AHA muy rebajado para dejarlo limpio, pulido y resplandeciente. Después se introduce en una caja de cartón reciclado pintada con motivos del agrado del fallecido y tras unas palabras de la familia y los amigos, se incinera mientras los invitados degustan berenjenas.
En la ascensión al Wok del joven y prematuramente fallecido Imär hubo una consecución de torpes intentos de llevar a cabo un réquiem laudatorio que no habían pasado de simples menciones de recuerdos bochornosos. Sus colegas le recordaron como un borracho sin cordura e insaciable en diversos aspectos vergonzantes. Lo que desencadenó la carcajada general fue la mención de la noche en la que estaba tan perjudicado que se puso a pegar a un perchero porque le había estado rechazando durante toda la noche. -¿Por qué ni tan siquiera me hablas si estás ahí quieto todo el rato y no te acompaña nadie? Eres un maleducado y un idiota. Y que sepas que no vas a encontrar a nadie mejor que yo. Mira, tócame las piernas, verás que musculadas están. ¿Sabes? Soy ciclista. ¿Y tú?... Oye, ¿estás tonto? ¿Por qué no me contestas?- inquiría el fallecido a altas horas de la madrugada con un cóctel a medio beber en la mano.
Ahora era el turno de que sus padres tomaran la palabra. Los resignados Ihrën e Ingrid tenían tres opciones: podían hablar bien de Imär y hacer un discurso lleno de mentiras que no engañarían a nadie o podían fingir que estaban demasiado afectados como para intervenir, pero tras haberse reído tanto con la anécdota del perchero aquello estaba descartado. Todavía quedaba otra posibilidad, hablar poco e intentar mencionar sólo las escasas virtudes que adornaban a su hijo.
Nuestro hijo fue concebido en el Paraíso Google. El Paraíso es un lugar muy bonito donde hay muchas cosas que ver. Fuimos allí mi marido y yo en nuestra luna de miel. De pequeño, Imär era un niño muy bueno, aprendió a hablar muy tarde y le costó mucho empezar a leer y escribir, pero es que a él lo único que le gustaba era montar en triciclo. Luego cambió el triciclo por la bicicleta y comenzó a entrenarse para ser admitido en un equipo profesional. -Ingrid miró a su marido, ya no sabía qué más podía decir. Ihrën comenzó a hablar- Nosotros, como padres, no podemos decir que nuestro hijo cumpliera todas las expectativas que depositamos en él, pero casi ningún hijo lo logra por completo. Además, nosotros nos dimos cuenta enseguida de que Imär no colmaría nuestros deseos. Como wokiano, fue un creyente fiel y respetuoso. En su adolescencia no tuvimos ningún momento tenso en el que le descubriéramos haciendo algo indecoroso. Luego descubrimos que lo que nos pudiese haber escandalizado lo hacía fuera de casa con hombres bastante mayores que él. Aquello nos tranquilizó porque durante un tiempo llegamos a pensar que nuestro hijo adolescente no tenía deseos sexuales, y eso que ya tenía más de once años.
Sus amigos sonrieron ante la ingenuidad de sus padres. Con once años Imär ya tenía fama de chico fácil más allá de la ciudad. Ihrën continuó: -Nuestro hijo corría mucho sobre la bicicleta, tenía fuerza y resistencia. Montar en bicicleta, hablar sobre ciclismo y salir con sus amigos por las noches eran las cosas que más le gustaba hacer. A ellas dedicaba la mayor parte del tiempo. Además, pese a que no era muy inteligente, siempre puso en duda la veracidad de la publicidad. En ese aspecto, poco más podía pedirse de alguien como él. En definitiva, fue feliz con muchos e hizo feliz a muchos. Nosotros hicimos lo que pudimos, pero ante un material de partida tan pobre tampoco pusimos mucho empeño en lograr lo imposible. Si queremos ser felices, primero debemos intentar ser realistas.
Toda la Sala de Ascensión estalló en aplausos. Sus padres habían logrado hablar bastante sin mentir, y eso era más de lo que nadie hubiese esperado. Ahora había llegado el momento en que se visionaba el vídeo en el que el difunto había dejado grabado el mensaje para sus allegados. Pero Imär era muy joven y no había hecho su vídeo, así que se pudo proceder a la cremación sin más preámbulos. Cuando la pira ya había sido encendida en el centro de la habitación con un enorme extractor de humos sobre ella, se abrió la puerta y apareció Ethel, la hermana melliza de Imär separada de su familia al nacer, cuando el personal sanitario constató que su aptitudes era muy superiores a la media. Ella recibió clases intensivas junto a otros superdotados retenidos desde su nacimiento por Google Corporation. A los quince años se incorporó por méritos propios a la cúpula del poder. No cabe duda de que uno de los dos fetos recibió mucha más sangre que el otro durante el embarazo.
Ethel se abalanzó llorando sobre el féretro de cartón gritando que quería ver a su hermano antes de que lo devorasen las llamas. El ataúd cayó de la pira y el fuego comenzó a propagarse por la estancia gracias al suelo enmoquetado. Por un momento cundió el pánico entre los asistentes a las exequias. Cuando el personal del edificio acudió con extintores se vieron obligados a apagar todo el fuego, incluyendo los restos del féretro de Imär. Sobre el suelo yacía carbonizado el amputado cadáver. Ethel se había desmayado y Alëx, a quien le daba un pánico insuperable la fealdad extrema, gritaba horrorizado ante la visión de la cara a medio quemar del pobre Imär. El joven Alexander tenía un pavor irremediable a las personas a las que llamar poco agraciadas sería piropearlas. Nunca había resistido ver fotos de Lörna cuando era adolescente, aunque estuviera de espaldas y desenfocada. Cuando parecía que ya se estaba curando de su fobia, apareció junto a él el rostro chamuscado de su violador. Todos estos años de terapia habían sido en balde. ¡Qué mala suerte y qué desperdicio de dinero!
Para celebrar la ascensión al Wok, el cadáver se purifica con esencias naturales, al menos eso es lo prescrito en los libros antiguos, pero ya nadie sabe qué esencias hay que usar, así que la práctica común consiste en frotar el cadáver del wokiano con un paño humedecido en AHA muy rebajado para dejarlo limpio, pulido y resplandeciente. Después se introduce en una caja de cartón reciclado pintada con motivos del agrado del fallecido y tras unas palabras de la familia y los amigos, se incinera mientras los invitados degustan berenjenas.
En la ascensión al Wok del joven y prematuramente fallecido Imär hubo una consecución de torpes intentos de llevar a cabo un réquiem laudatorio que no habían pasado de simples menciones de recuerdos bochornosos. Sus colegas le recordaron como un borracho sin cordura e insaciable en diversos aspectos vergonzantes. Lo que desencadenó la carcajada general fue la mención de la noche en la que estaba tan perjudicado que se puso a pegar a un perchero porque le había estado rechazando durante toda la noche. -¿Por qué ni tan siquiera me hablas si estás ahí quieto todo el rato y no te acompaña nadie? Eres un maleducado y un idiota. Y que sepas que no vas a encontrar a nadie mejor que yo. Mira, tócame las piernas, verás que musculadas están. ¿Sabes? Soy ciclista. ¿Y tú?... Oye, ¿estás tonto? ¿Por qué no me contestas?- inquiría el fallecido a altas horas de la madrugada con un cóctel a medio beber en la mano.
Ahora era el turno de que sus padres tomaran la palabra. Los resignados Ihrën e Ingrid tenían tres opciones: podían hablar bien de Imär y hacer un discurso lleno de mentiras que no engañarían a nadie o podían fingir que estaban demasiado afectados como para intervenir, pero tras haberse reído tanto con la anécdota del perchero aquello estaba descartado. Todavía quedaba otra posibilidad, hablar poco e intentar mencionar sólo las escasas virtudes que adornaban a su hijo.
Nuestro hijo fue concebido en el Paraíso Google. El Paraíso es un lugar muy bonito donde hay muchas cosas que ver. Fuimos allí mi marido y yo en nuestra luna de miel. De pequeño, Imär era un niño muy bueno, aprendió a hablar muy tarde y le costó mucho empezar a leer y escribir, pero es que a él lo único que le gustaba era montar en triciclo. Luego cambió el triciclo por la bicicleta y comenzó a entrenarse para ser admitido en un equipo profesional. -Ingrid miró a su marido, ya no sabía qué más podía decir. Ihrën comenzó a hablar- Nosotros, como padres, no podemos decir que nuestro hijo cumpliera todas las expectativas que depositamos en él, pero casi ningún hijo lo logra por completo. Además, nosotros nos dimos cuenta enseguida de que Imär no colmaría nuestros deseos. Como wokiano, fue un creyente fiel y respetuoso. En su adolescencia no tuvimos ningún momento tenso en el que le descubriéramos haciendo algo indecoroso. Luego descubrimos que lo que nos pudiese haber escandalizado lo hacía fuera de casa con hombres bastante mayores que él. Aquello nos tranquilizó porque durante un tiempo llegamos a pensar que nuestro hijo adolescente no tenía deseos sexuales, y eso que ya tenía más de once años.
Sus amigos sonrieron ante la ingenuidad de sus padres. Con once años Imär ya tenía fama de chico fácil más allá de la ciudad. Ihrën continuó: -Nuestro hijo corría mucho sobre la bicicleta, tenía fuerza y resistencia. Montar en bicicleta, hablar sobre ciclismo y salir con sus amigos por las noches eran las cosas que más le gustaba hacer. A ellas dedicaba la mayor parte del tiempo. Además, pese a que no era muy inteligente, siempre puso en duda la veracidad de la publicidad. En ese aspecto, poco más podía pedirse de alguien como él. En definitiva, fue feliz con muchos e hizo feliz a muchos. Nosotros hicimos lo que pudimos, pero ante un material de partida tan pobre tampoco pusimos mucho empeño en lograr lo imposible. Si queremos ser felices, primero debemos intentar ser realistas.
Toda la Sala de Ascensión estalló en aplausos. Sus padres habían logrado hablar bastante sin mentir, y eso era más de lo que nadie hubiese esperado. Ahora había llegado el momento en que se visionaba el vídeo en el que el difunto había dejado grabado el mensaje para sus allegados. Pero Imär era muy joven y no había hecho su vídeo, así que se pudo proceder a la cremación sin más preámbulos. Cuando la pira ya había sido encendida en el centro de la habitación con un enorme extractor de humos sobre ella, se abrió la puerta y apareció Ethel, la hermana melliza de Imär separada de su familia al nacer, cuando el personal sanitario constató que su aptitudes era muy superiores a la media. Ella recibió clases intensivas junto a otros superdotados retenidos desde su nacimiento por Google Corporation. A los quince años se incorporó por méritos propios a la cúpula del poder. No cabe duda de que uno de los dos fetos recibió mucha más sangre que el otro durante el embarazo.
Ethel se abalanzó llorando sobre el féretro de cartón gritando que quería ver a su hermano antes de que lo devorasen las llamas. El ataúd cayó de la pira y el fuego comenzó a propagarse por la estancia gracias al suelo enmoquetado. Por un momento cundió el pánico entre los asistentes a las exequias. Cuando el personal del edificio acudió con extintores se vieron obligados a apagar todo el fuego, incluyendo los restos del féretro de Imär. Sobre el suelo yacía carbonizado el amputado cadáver. Ethel se había desmayado y Alëx, a quien le daba un pánico insuperable la fealdad extrema, gritaba horrorizado ante la visión de la cara a medio quemar del pobre Imär. El joven Alexander tenía un pavor irremediable a las personas a las que llamar poco agraciadas sería piropearlas. Nunca había resistido ver fotos de Lörna cuando era adolescente, aunque estuviera de espaldas y desenfocada. Cuando parecía que ya se estaba curando de su fobia, apareció junto a él el rostro chamuscado de su violador. Todos estos años de terapia habían sido en balde. ¡Qué mala suerte y qué desperdicio de dinero!