Tras la vista preliminar el escándalo fue mayúsculo. Todos los informativos abrieron con la noticia del día: “Krox había tocado a los niños. Su perversión había traspasado cualquier límite admisible.” La agitación cesó la semana siguiente, en espera de reavivarse en vísperas del juicio, que llegaría dos meses después.
Durante ese tiempo, Guilär se dedicó en cuerpo y alma a conseguir que Kärla estuviese preparada para superar el examen de humanidad, que se había adelantado al día anterior al veredicto del juicio. Era ilegal poseer un robot siendo recluso, y como todos daban por supuesto que Krox iría a la cárcel, el examen de su compañera había sido cambiado de fecha sin que Google Corporation diese ninguna explicación que fundamentase esta decisión arbitraria que incumplía el contrato de forma flagrante. Estaba claro que consideraban que ningún robot a cargo de semejante pervertido habría podido aprobar el estricto análisis de los circuitos neuronales y las respuestas a supuestos morales que debían superar los robots que aspiraban a ser considerados personas.
El juicio no pudo haber sido más mediático. Al tercer día llegó el testigo estrella, una niña de ocho años con la que, según se filtró a la prensa, una vez oído su testimonios el caso estaría visto para sentencia. La pequeña Lÿli relató lo extraño que le había parecido desfilar para una persona nada más. Llegó la pregunta esperada: -¿Te tocó el hombre que ves ahí?- el fiscal estaba ansioso por oír la respuesta. -Me tocó la flor y me hizo reír- la niña sonrió al recordarlo. Las decenas de asistentes se horrorizaron ante lo que sus depravadas mentes imaginaron. Llegó el turno de preguntas del abogado defensor: -Buenos días Lÿli, ¿podrías decirnos qué flor te tocó Krox?-la sala se mofó de semejante perogrullada. -¿Pues qué flor me iba a haber tocado? La flor del vestido, aquí en la tripa. Me reí porque me hizo cosquillas en el ombligo.- Los miles de millones de espectadores que veían el juicio en directo cambiaron de opinión tras esta declaración. Todo había sido un montaje para desprestigiar al envidiado director.
Lÿli siguió relatando su versión de los hechos. Dijo estar muy decepcionada porque a ella y a otros jóvenes les hacía ilusión poder hablar con el señor Guilär pero cuando estaban con las ropas bonitas la agencia de modelos no les permitía hablar con el público, y cuando se ponían la ropa normal ni siquiera les prestaba atención. Parecía como si aquel hombre tuviera una obsesión con la ropa de las marcas más prestigiosas y ellos no existieran cuando no llevaban esas prendas puestas. Las tornas había cambiado y Krox se dispuso a lanzar él mismo su alegato final:
No, no tiene sentido. Esta realidad no tiene forma. Si salgo a pasear me puedo entretener, me puedo olvidar quién soy, de dónde vivo y dónde estoy. Si me salen a buscar, se lo podrían ahorrar. No sé si habrán pensado si verdaderamente es eficaz. Si realmente importa ya que sea uno, siete o veinticinco de agosto, puesto que a esta realidad yo no le veo la forma. No, no habléis de sentido, no tiene sentido, esta realidad no tiene forma. No, no digáis que es absurdo, pues claro que todo es absurdo, eso intento explicar. ¿Me estáis escuchando? No, no tiene sentido, no tiene forma, no...
Krox Guilär se derrumbó por la tensión acumulada. Aquello le hizo ganar la simpatía ante la audiencia que ya se encontraba de su lado gracias a la musicalidad de su discurso. El tribunal le consideraría inocente al día siguiente, pero aquello ya no era más que una formalidad.
El examen a Kärla fue mejor de lo previsto. La máquina que tenía que juzgar su humanidad le otorgó novecientos noventa y siete puntos sobre mil. Con tener novecientos ochenta y cinco hubiera sido suficiente, aunque ningún ser humano genuino habría podido obtener más de ochocientos quince. Krox no dejó de asombrarse de que una máquina fuese la responsable de juzgar el grado de humanidad de un robot. En la sociedad había algo que no marchaba del todo bien.
Toda la opinión pública estaba a favor de Krox y de su esposa, la jovencísima Kärla, en cuya identificación ya figuraba con dos meses y medio de edad. Una vez pasado el examen, su dieta se hizo algo menos saludable, pero más beneficiosa para los accionistas de Mc Donald's entre los que se encontraba su marido. Como Kärla era muy conservadora en ciertos asuntos, no perdió la virginidad hasta que estuvo casada por el rito polivalente. Alguno de los más de cinco billones de operaciones de la cadena de montaje debía de haber salido mal para que la chica tuviese unos pensamientos tan retrógrados.
En vista de que la sociedad era tan voluble e infantil, el matrimonio Guilär se sometió a una terapia estándar de criogenización para dejar aparcados sus problemas. Con unas tres o cuatro décadas bastaría. Además, si no les gustaba lo que veían al despertar, siempre cabía la posibilidad de volverse a congelar. Con tal de que el suministro eléctrico de la cápsula donde permanecían suspendidos funcionara ininterrumpidamente, no habría ningún problema.
ESTE CAPÍTULO FUE EL TERCER FINALISTA EN EL II CERTAMEN DE RELATOS ATIQUENSES (año 2015)
Durante ese tiempo, Guilär se dedicó en cuerpo y alma a conseguir que Kärla estuviese preparada para superar el examen de humanidad, que se había adelantado al día anterior al veredicto del juicio. Era ilegal poseer un robot siendo recluso, y como todos daban por supuesto que Krox iría a la cárcel, el examen de su compañera había sido cambiado de fecha sin que Google Corporation diese ninguna explicación que fundamentase esta decisión arbitraria que incumplía el contrato de forma flagrante. Estaba claro que consideraban que ningún robot a cargo de semejante pervertido habría podido aprobar el estricto análisis de los circuitos neuronales y las respuestas a supuestos morales que debían superar los robots que aspiraban a ser considerados personas.
El juicio no pudo haber sido más mediático. Al tercer día llegó el testigo estrella, una niña de ocho años con la que, según se filtró a la prensa, una vez oído su testimonios el caso estaría visto para sentencia. La pequeña Lÿli relató lo extraño que le había parecido desfilar para una persona nada más. Llegó la pregunta esperada: -¿Te tocó el hombre que ves ahí?- el fiscal estaba ansioso por oír la respuesta. -Me tocó la flor y me hizo reír- la niña sonrió al recordarlo. Las decenas de asistentes se horrorizaron ante lo que sus depravadas mentes imaginaron. Llegó el turno de preguntas del abogado defensor: -Buenos días Lÿli, ¿podrías decirnos qué flor te tocó Krox?-la sala se mofó de semejante perogrullada. -¿Pues qué flor me iba a haber tocado? La flor del vestido, aquí en la tripa. Me reí porque me hizo cosquillas en el ombligo.- Los miles de millones de espectadores que veían el juicio en directo cambiaron de opinión tras esta declaración. Todo había sido un montaje para desprestigiar al envidiado director.
Lÿli siguió relatando su versión de los hechos. Dijo estar muy decepcionada porque a ella y a otros jóvenes les hacía ilusión poder hablar con el señor Guilär pero cuando estaban con las ropas bonitas la agencia de modelos no les permitía hablar con el público, y cuando se ponían la ropa normal ni siquiera les prestaba atención. Parecía como si aquel hombre tuviera una obsesión con la ropa de las marcas más prestigiosas y ellos no existieran cuando no llevaban esas prendas puestas. Las tornas había cambiado y Krox se dispuso a lanzar él mismo su alegato final:
No, no tiene sentido. Esta realidad no tiene forma. Si salgo a pasear me puedo entretener, me puedo olvidar quién soy, de dónde vivo y dónde estoy. Si me salen a buscar, se lo podrían ahorrar. No sé si habrán pensado si verdaderamente es eficaz. Si realmente importa ya que sea uno, siete o veinticinco de agosto, puesto que a esta realidad yo no le veo la forma. No, no habléis de sentido, no tiene sentido, esta realidad no tiene forma. No, no digáis que es absurdo, pues claro que todo es absurdo, eso intento explicar. ¿Me estáis escuchando? No, no tiene sentido, no tiene forma, no...
Krox Guilär se derrumbó por la tensión acumulada. Aquello le hizo ganar la simpatía ante la audiencia que ya se encontraba de su lado gracias a la musicalidad de su discurso. El tribunal le consideraría inocente al día siguiente, pero aquello ya no era más que una formalidad.
El examen a Kärla fue mejor de lo previsto. La máquina que tenía que juzgar su humanidad le otorgó novecientos noventa y siete puntos sobre mil. Con tener novecientos ochenta y cinco hubiera sido suficiente, aunque ningún ser humano genuino habría podido obtener más de ochocientos quince. Krox no dejó de asombrarse de que una máquina fuese la responsable de juzgar el grado de humanidad de un robot. En la sociedad había algo que no marchaba del todo bien.
Toda la opinión pública estaba a favor de Krox y de su esposa, la jovencísima Kärla, en cuya identificación ya figuraba con dos meses y medio de edad. Una vez pasado el examen, su dieta se hizo algo menos saludable, pero más beneficiosa para los accionistas de Mc Donald's entre los que se encontraba su marido. Como Kärla era muy conservadora en ciertos asuntos, no perdió la virginidad hasta que estuvo casada por el rito polivalente. Alguno de los más de cinco billones de operaciones de la cadena de montaje debía de haber salido mal para que la chica tuviese unos pensamientos tan retrógrados.
En vista de que la sociedad era tan voluble e infantil, el matrimonio Guilär se sometió a una terapia estándar de criogenización para dejar aparcados sus problemas. Con unas tres o cuatro décadas bastaría. Además, si no les gustaba lo que veían al despertar, siempre cabía la posibilidad de volverse a congelar. Con tal de que el suministro eléctrico de la cápsula donde permanecían suspendidos funcionara ininterrumpidamente, no habría ningún problema.
ESTE CAPÍTULO FUE EL TERCER FINALISTA EN EL II CERTAMEN DE RELATOS ATIQUENSES (año 2015)