Aquel fue el día más emocionante en la vida de Nïta. No todo el mundo puede bautizarse, hacer la comunión y casarse el mismo día. Y encima tuvo suerte y la jornada fue soleada, a pesar de que el pronóstico del tiempo refería chubascos moderados a partir de media tarde. ¿Acaso se podía pedir algo más?
Es difícil de afrontar que tu única hija abandone la fe de tus ancestros para adoptar unas creencias absurdas propias de países atrasados. Más duro es que lo haga para casarse con un hombre de uno de estos países. Sin embargo, para Lörna no fue difícil asumir estos cambios. De su hija podía haber esperado cosas muchísimo peores, así que más le valía conformarse con esta deshonra si con ella se aseguraba no volver a oír hablar de que su hija había asesinado a tal o cual obrero de la construcción, o que circulaba un vídeo de su hija en el que provista de un accesorio de plástico se divertía con un jovencito afeminado.
Hökun cada vez estaba más loco por Lörna. Había días en los que parecía que casi le quería. Luego la sorprendía escupiendo en su comida cuando él fingía no mirar y acababan peleándose a puñetazo limpio. Él tenía más fuerza, pero su mujer era más ágil y tenía más aguante, así que nunca estaba claro quién podía ganar el combate. Al día siguiente de la paliza, solían salir a comer fuera para asustar a los niños a quienes sus padres dejaban sueltos en el centro comercial. Cuando los pequeños se acercaban desprevenidos, ellos les enseñaban sus dientes ensangrentados, luciendo la peor mueca para hacer más visibles sus heridas. Cuanto más lloraban los niños más se carcajeaba la extraña pareja. Había padres que les recriminaban, pero lo normal era que se alejaran confundidos.
A Nïta no le gustó que el sacerdote le estropeara el peinado al bautizarla. Tampoco le hizo mucha gracia la ostia consagrada, que consideró insípida y con una textura mejorable. Cuando llegó la boda con su amado Ben le empezó a doler mucho el estómago, y sus damas de honor, dos chicas cristianas de la parroquia de su barrio, le dijeron que eran nervios por la boda. Nïta no recordaba haber estado nerviosa nunca, y se sorprendió de que eso fuera lo que se sintiera. Ella esperaba que los nervios se manifestaran como un hormigueo en los dedos de los pies, o acaso sintiendo punzadas en el esternón, pero nunca se imaginó que los nervios causaran náuseas.
Con cada vez más dolores, Nïta dio el 'sí quiero'. La iglesia se fue vaciando. Unos minutos después salieron los novios que se vieron sepultados en una montaña de arroz. Definitivamente, los wokianos nunca entenderían el significado de la palabra simbólico.
Llegaron al hotel donde la fiesta se prolongaría hasta altas horas de la madrugada. Nïta cada vez se encontraba peor y a pesar de que lo disimuló lo mejor que pudo, Ben se dio cuenta y le hizo un reconocimiento médico. Al no averiguar qué le pasaba y viendo que su estado empeoraba, ambos se ausentaron para acudir al hospital donde Ben trabajaba. Las pruebas no dejaban lugar a dudas: Nïta estaba embarazada de dos meses:
-¿Cómo no te diste cuenta de que tenías una falta?
-¡No lo sé! Últimamente he estado muy liada entre una cosa y otra, y pensé que me había venido muy suave. Me puse un tampón los días que tocaba y me despreocupé.
Es difícil de afrontar que tu única hija abandone la fe de tus ancestros para adoptar unas creencias absurdas propias de países atrasados. Más duro es que lo haga para casarse con un hombre de uno de estos países. Sin embargo, para Lörna no fue difícil asumir estos cambios. De su hija podía haber esperado cosas muchísimo peores, así que más le valía conformarse con esta deshonra si con ella se aseguraba no volver a oír hablar de que su hija había asesinado a tal o cual obrero de la construcción, o que circulaba un vídeo de su hija en el que provista de un accesorio de plástico se divertía con un jovencito afeminado.
Hökun cada vez estaba más loco por Lörna. Había días en los que parecía que casi le quería. Luego la sorprendía escupiendo en su comida cuando él fingía no mirar y acababan peleándose a puñetazo limpio. Él tenía más fuerza, pero su mujer era más ágil y tenía más aguante, así que nunca estaba claro quién podía ganar el combate. Al día siguiente de la paliza, solían salir a comer fuera para asustar a los niños a quienes sus padres dejaban sueltos en el centro comercial. Cuando los pequeños se acercaban desprevenidos, ellos les enseñaban sus dientes ensangrentados, luciendo la peor mueca para hacer más visibles sus heridas. Cuanto más lloraban los niños más se carcajeaba la extraña pareja. Había padres que les recriminaban, pero lo normal era que se alejaran confundidos.
A Nïta no le gustó que el sacerdote le estropeara el peinado al bautizarla. Tampoco le hizo mucha gracia la ostia consagrada, que consideró insípida y con una textura mejorable. Cuando llegó la boda con su amado Ben le empezó a doler mucho el estómago, y sus damas de honor, dos chicas cristianas de la parroquia de su barrio, le dijeron que eran nervios por la boda. Nïta no recordaba haber estado nerviosa nunca, y se sorprendió de que eso fuera lo que se sintiera. Ella esperaba que los nervios se manifestaran como un hormigueo en los dedos de los pies, o acaso sintiendo punzadas en el esternón, pero nunca se imaginó que los nervios causaran náuseas.
Con cada vez más dolores, Nïta dio el 'sí quiero'. La iglesia se fue vaciando. Unos minutos después salieron los novios que se vieron sepultados en una montaña de arroz. Definitivamente, los wokianos nunca entenderían el significado de la palabra simbólico.
Llegaron al hotel donde la fiesta se prolongaría hasta altas horas de la madrugada. Nïta cada vez se encontraba peor y a pesar de que lo disimuló lo mejor que pudo, Ben se dio cuenta y le hizo un reconocimiento médico. Al no averiguar qué le pasaba y viendo que su estado empeoraba, ambos se ausentaron para acudir al hospital donde Ben trabajaba. Las pruebas no dejaban lugar a dudas: Nïta estaba embarazada de dos meses:
-¿Cómo no te diste cuenta de que tenías una falta?
-¡No lo sé! Últimamente he estado muy liada entre una cosa y otra, y pensé que me había venido muy suave. Me puse un tampón los días que tocaba y me despreocupé.