Hökun estaba durmiendo cuando comenzó a escuchar trompetas. En su sueño imaginó que estaba en un concierto de jazz en el que los intérpretes se acercaban cada vez más a él, bajando del escenario y caminando por el local hasta rodearlo y apuntar con los instrumentos a su cabeza. Cuando el ruido se hizo insoportable se despertó, pero las trompetas no cesaron su despiadado sonsonete. Estaba muy asustado y no entendía lo que pasaba. De repente dejo de oír y le dolían todos los huesos. Al mismo tiempo que a su marido, a Lörna El Incidente le sorprendió en el gimnasio. Al estallar los espejos de la sala de fitness se hizo algunos cortes, pero acostumbrada como estaba a la sangre y al dolor, no se alteró demasiado y continuó impasible su sesión de ejercicios hasta que el gerente del establecimiento le invitó a marcharse.
Ihrën e Ingrid estaban dando un paseo por un centro comercial cuando oyeron a lo lejos el sonido de las trompetas. Ambos pensaron que se trataba de la inauguración de una nueva franquicia, y acudieron de la mano hacia el lugar del que parecía provenir la llamada con la esperanza de encontrar artículos promocionales y ofertas especiales de apertura. Pronto se dieron cuenta de que la música provenía de fuera, así que siguieron con su paseo matutino, deteniéndose de cuando en cuando frente a algún escaparate que les llamase la atención. El ruido siguió creciendo, haciendo imposible escucharse aunque hablaran a gritos. Los cristales del recinto se rompieron como golpeados por un enorme martillo invisible. La entrañable pareja, junto a otras dos docenas de compradores a los que encontraron los trozos al caer, murió a consecuencia de los cortes de los afilados fragmentos de cristal. Aquella fue una mañana espantosa para el atolondrado gerente del centro comercial, quien no tenía suficiente templanza para afrontar esos percances ocasionales. Los cristales acabaron también con la vida de un par de empleadas del servicio de limpieza, provocando además que su recogida fuese más lenta. ¡Con lo que cuesta limpiar las manchas de sangre reseca!
Sören se quedó muy triste con la partida de su hijo, pero encontró refugió en la compañía de su empleado Bränk, al que frecuentaba desde que comenzó a trabajar en la empresa, casi un año atrás. Bränk era un joven eficiente y proactivo, con un gran sentido del humor que hacía las delicias de toda la oficina, en especial de su jefe Sören, a quien llamaba mesié Dazs mientras le sonreía pícaro. Como podrás imaginar, Bränk era pelirrojo.
A pesar de que Bränk se esforzaba en enamorar a Sören, lo suyo nunca sería más que una bonita relación obrero-patrón. Cuando El Incidente los dejó sordos, Sören comprendió que lo que más le atraía de su empleado eran sus palabras zalameras, y ahora que no podía escucharlas, se hizo inmune a sus encantos. Además echaba de menos a su hijo, que le preparaba el desayuno como nadie más sabía hacerlo.
La sordera mundial ocasionó muchos inconvenientes en la comunicación humana. Hacerse entender era mucho más difícil, en especial para la gente inexpresiva, que tuvo que abandonar su gesto hierático para poder mostrar sus emociones sin verbalizarlas. Movidos por el afán de lograr el plus de productividad, los cirujanos plásticos reconstruían tímpanos a buen ritmo, pero la lista de espera era demasiado larga y la ansiada operación parecía no llegar nunca para los protagonistas de nuestro relato. Hasta que recuperasen su oído, no todo serían desventajas para algunos de los enamorados, que vieron como aumentaba su complicidad ahora que no podían entenderse con facilidad.
Ethel asistió compungida al funeral de sus padres. Como había tantos cadáveres, la ceremonia tuvo que ser rápida. Nadie podía oír, así que no había necesidad de decir unas palabras en recuerdo de los fallecidos. De nuevo tuvo que volver a ver a sus tíos y a su insufrible prima Nïta, que ya había salido de cuentas y no paraba de gesticular para hacerse entender. Los féretros fueron depositados en la hoguera común, que llevaba ardiendo tres días sin interrupción.
Una vez que Alëx regresó con su padre se sorprendió con lo bien que se llevaban sin hablar. Casi todas sus discusiones comenzaban porque uno de los dos había dicho algo inconveniente, así que ahora su convivencia era perfecta, excepto por el repelús que le daba a Sören la nariz carcomida de su desfigurado amor.
Pasaron los meses, y con cada nueva operación Alëx iba recuperando su aspecto normal. Él y su padre decidieron no volver a hablarse una volvieron a poder oír. De este modo consiguieron estar juntos sin las riñas que ya acabaron una vez con su noviazgo. Y es que ya lo dijo Herodoto, los amores disfuncionales son los más queridos.
Ihrën e Ingrid estaban dando un paseo por un centro comercial cuando oyeron a lo lejos el sonido de las trompetas. Ambos pensaron que se trataba de la inauguración de una nueva franquicia, y acudieron de la mano hacia el lugar del que parecía provenir la llamada con la esperanza de encontrar artículos promocionales y ofertas especiales de apertura. Pronto se dieron cuenta de que la música provenía de fuera, así que siguieron con su paseo matutino, deteniéndose de cuando en cuando frente a algún escaparate que les llamase la atención. El ruido siguió creciendo, haciendo imposible escucharse aunque hablaran a gritos. Los cristales del recinto se rompieron como golpeados por un enorme martillo invisible. La entrañable pareja, junto a otras dos docenas de compradores a los que encontraron los trozos al caer, murió a consecuencia de los cortes de los afilados fragmentos de cristal. Aquella fue una mañana espantosa para el atolondrado gerente del centro comercial, quien no tenía suficiente templanza para afrontar esos percances ocasionales. Los cristales acabaron también con la vida de un par de empleadas del servicio de limpieza, provocando además que su recogida fuese más lenta. ¡Con lo que cuesta limpiar las manchas de sangre reseca!
Sören se quedó muy triste con la partida de su hijo, pero encontró refugió en la compañía de su empleado Bränk, al que frecuentaba desde que comenzó a trabajar en la empresa, casi un año atrás. Bränk era un joven eficiente y proactivo, con un gran sentido del humor que hacía las delicias de toda la oficina, en especial de su jefe Sören, a quien llamaba mesié Dazs mientras le sonreía pícaro. Como podrás imaginar, Bränk era pelirrojo.
A pesar de que Bränk se esforzaba en enamorar a Sören, lo suyo nunca sería más que una bonita relación obrero-patrón. Cuando El Incidente los dejó sordos, Sören comprendió que lo que más le atraía de su empleado eran sus palabras zalameras, y ahora que no podía escucharlas, se hizo inmune a sus encantos. Además echaba de menos a su hijo, que le preparaba el desayuno como nadie más sabía hacerlo.
La sordera mundial ocasionó muchos inconvenientes en la comunicación humana. Hacerse entender era mucho más difícil, en especial para la gente inexpresiva, que tuvo que abandonar su gesto hierático para poder mostrar sus emociones sin verbalizarlas. Movidos por el afán de lograr el plus de productividad, los cirujanos plásticos reconstruían tímpanos a buen ritmo, pero la lista de espera era demasiado larga y la ansiada operación parecía no llegar nunca para los protagonistas de nuestro relato. Hasta que recuperasen su oído, no todo serían desventajas para algunos de los enamorados, que vieron como aumentaba su complicidad ahora que no podían entenderse con facilidad.
Ethel asistió compungida al funeral de sus padres. Como había tantos cadáveres, la ceremonia tuvo que ser rápida. Nadie podía oír, así que no había necesidad de decir unas palabras en recuerdo de los fallecidos. De nuevo tuvo que volver a ver a sus tíos y a su insufrible prima Nïta, que ya había salido de cuentas y no paraba de gesticular para hacerse entender. Los féretros fueron depositados en la hoguera común, que llevaba ardiendo tres días sin interrupción.
Una vez que Alëx regresó con su padre se sorprendió con lo bien que se llevaban sin hablar. Casi todas sus discusiones comenzaban porque uno de los dos había dicho algo inconveniente, así que ahora su convivencia era perfecta, excepto por el repelús que le daba a Sören la nariz carcomida de su desfigurado amor.
Pasaron los meses, y con cada nueva operación Alëx iba recuperando su aspecto normal. Él y su padre decidieron no volver a hablarse una volvieron a poder oír. De este modo consiguieron estar juntos sin las riñas que ya acabaron una vez con su noviazgo. Y es que ya lo dijo Herodoto, los amores disfuncionales son los más queridos.