¿Qué les sucedió a Krox y a su recién conocida compañera Kärla, el robot con capacidad de humanizarse? Un suceso casi imposible , pero que a pesar de ser muy poco probable la Ley de la Relatividad demostró que podía ocurrirnos a cualquiera de nosotros en algún momento indeterminado de nuestras lineales y aburridas vidas. Y es que todo es relativo. Súbitamente, un extraño fenómeno nos rodea y hace que a pesar de no movernos aparentemente de nuestro sitio en realidad estemos viajando a la velocidad de la luz.
Como nos estamos moviendo tan rápido, el tiempo transcurre mucho más lento para nosotros que para los que están desplazándose a una velocidad ridícula en comparación con la nuestra. Así, lo que para Krox fueron unos segundos en los que no entendió lo que estaba pasando y vio a Kärla borrosa, para el resto del mundo trascurrió más de una década.
¿Cómo pudo pasar algo así? Será preciso preguntar a un físico y que nos lo explique con precisión, pero seguro que nos contará un sinfín de propiedades que se le suponen a alguna partícula cuya existencia no está probada, y que podría provocar un incidente parecido. Siempre ocurren cosas así con la física: si algo no cuadra habrá una partícula teórica metida de por medio.
Al no entender lo que le pasaba a su comprador, Kärla decidió permanecer en suspensión al cabo de unas horas hasta que sus sensores de movimiento detectaran cambios significativos. Los robots del servicio técnico la estuvieron buscando para su revisión al cabo de dos años, pero al estar desconectada, no pudieron localizarla y ante la sobrecarga de trabajo decidieron posponer la búsqueda indefinidamente.
De repente, la manifestación desapareció dejando como única muestra de su pasada existencia una mancha de humedad en el techo de la planta baja de la mansión del señor Guilär. Kärla se conectó de nuevo. A la pregunta de Krox sobre qué había sucedido, Kärla negó su conocimiento y su posible implicación. Acto seguido comentó que había estado desconectada casi doce años. A Krox le dio un ataque de pánico y se desmayó. Él ya estaba muy mayor para viajes en el tiempo tan largos.
Cuando se sobrepuso, graves y obsesivas ideas se agolpaban en su cabeza y no podía ni tan siquiera pensar en las implicaciones que acarreaban. Necesitó tomar lápiz y papel y confeccionar una lista para discernir cuales eran las prioridades. Kärla se maravilló ante lo inusual de la personalidad de su comprador. Teniendo a su disposición modernos ingenios para facilitarle la tarea de escribir y ordenar sus pensamientos, fue a coger un primitivo instrumento de escritura que funcionaba por rozamiento. -¡Vaya un comportamiento irracional!- se dijo Kärla mientras detestaba la idea de poder llegar a convertirse en una persona.
Unos minutos más tarde, Krox ya sabía lo que tenía que hacer. Unas horas después ya estaba manos a la obra. Pasados un par de días, la casa volvía a contar con la provisión de los diferentes suministros básicos para la habitabilidad y estaba completamente limpia. Kärla fue sometida a una revisión que constató que su cerebro apenas había sufrido alteraciones desde que salió de fábrica y obtuvo una prórroga de dieciocho meses hasta el análisis que dictaminaría su destino. El negligente albacea de los bienes de Krox había sufrido un oportuno accidente de tráfico que acabó con su vida -una verdadera lástima que su coche se despeñara misteriosamente por aquel acantilado- y el dinero que dilapidó su legatario, pronto lo recuperaría el cineasta concediendo una entrevista exclusiva en la que contaría toda la verdad sobre su paradero en los últimos años. Aún no sabía qué iba a decir, pero seguro que sería algo que le garantizaría al menos otras dos entrevistas en prime time.
Lo que le intrigaba sobremanera era que nadie hubiera acudido a inspeccionar su mansión para ver si encontraba allí su cadáver. Haciendo pesquisas, supo que su amigo de la infancia, en quien confiaba sin reservas, consiguió que los policías que llevaban el caso de su desaparición no recorriesen su casa en busca de su cadáver con la promesa de un gran soborno. El pavor que le inspiraban a su amigo los cadáveres y la valla electrificada que impedía el paso de los curiosos hicieron el resto. Krox nunca llegó a saber cómo su amigo estaba al corriente de que si él moría todos sus bienes pasarían a manos de Lörna, la única mujer a la que había amado de verdad. La única manera que él tenía de quedarse con ellos era que Krox desapareciera. Así podría disfrutar de su dinero durante veinticinco años hasta que se le diese oficialmente por muerto.
Como nos estamos moviendo tan rápido, el tiempo transcurre mucho más lento para nosotros que para los que están desplazándose a una velocidad ridícula en comparación con la nuestra. Así, lo que para Krox fueron unos segundos en los que no entendió lo que estaba pasando y vio a Kärla borrosa, para el resto del mundo trascurrió más de una década.
¿Cómo pudo pasar algo así? Será preciso preguntar a un físico y que nos lo explique con precisión, pero seguro que nos contará un sinfín de propiedades que se le suponen a alguna partícula cuya existencia no está probada, y que podría provocar un incidente parecido. Siempre ocurren cosas así con la física: si algo no cuadra habrá una partícula teórica metida de por medio.
Al no entender lo que le pasaba a su comprador, Kärla decidió permanecer en suspensión al cabo de unas horas hasta que sus sensores de movimiento detectaran cambios significativos. Los robots del servicio técnico la estuvieron buscando para su revisión al cabo de dos años, pero al estar desconectada, no pudieron localizarla y ante la sobrecarga de trabajo decidieron posponer la búsqueda indefinidamente.
De repente, la manifestación desapareció dejando como única muestra de su pasada existencia una mancha de humedad en el techo de la planta baja de la mansión del señor Guilär. Kärla se conectó de nuevo. A la pregunta de Krox sobre qué había sucedido, Kärla negó su conocimiento y su posible implicación. Acto seguido comentó que había estado desconectada casi doce años. A Krox le dio un ataque de pánico y se desmayó. Él ya estaba muy mayor para viajes en el tiempo tan largos.
Cuando se sobrepuso, graves y obsesivas ideas se agolpaban en su cabeza y no podía ni tan siquiera pensar en las implicaciones que acarreaban. Necesitó tomar lápiz y papel y confeccionar una lista para discernir cuales eran las prioridades. Kärla se maravilló ante lo inusual de la personalidad de su comprador. Teniendo a su disposición modernos ingenios para facilitarle la tarea de escribir y ordenar sus pensamientos, fue a coger un primitivo instrumento de escritura que funcionaba por rozamiento. -¡Vaya un comportamiento irracional!- se dijo Kärla mientras detestaba la idea de poder llegar a convertirse en una persona.
Unos minutos más tarde, Krox ya sabía lo que tenía que hacer. Unas horas después ya estaba manos a la obra. Pasados un par de días, la casa volvía a contar con la provisión de los diferentes suministros básicos para la habitabilidad y estaba completamente limpia. Kärla fue sometida a una revisión que constató que su cerebro apenas había sufrido alteraciones desde que salió de fábrica y obtuvo una prórroga de dieciocho meses hasta el análisis que dictaminaría su destino. El negligente albacea de los bienes de Krox había sufrido un oportuno accidente de tráfico que acabó con su vida -una verdadera lástima que su coche se despeñara misteriosamente por aquel acantilado- y el dinero que dilapidó su legatario, pronto lo recuperaría el cineasta concediendo una entrevista exclusiva en la que contaría toda la verdad sobre su paradero en los últimos años. Aún no sabía qué iba a decir, pero seguro que sería algo que le garantizaría al menos otras dos entrevistas en prime time.
Lo que le intrigaba sobremanera era que nadie hubiera acudido a inspeccionar su mansión para ver si encontraba allí su cadáver. Haciendo pesquisas, supo que su amigo de la infancia, en quien confiaba sin reservas, consiguió que los policías que llevaban el caso de su desaparición no recorriesen su casa en busca de su cadáver con la promesa de un gran soborno. El pavor que le inspiraban a su amigo los cadáveres y la valla electrificada que impedía el paso de los curiosos hicieron el resto. Krox nunca llegó a saber cómo su amigo estaba al corriente de que si él moría todos sus bienes pasarían a manos de Lörna, la única mujer a la que había amado de verdad. La única manera que él tenía de quedarse con ellos era que Krox desapareciera. Así podría disfrutar de su dinero durante veinticinco años hasta que se le diese oficialmente por muerto.