El tercer mandamiento de los wokianos es tajante: Los jueves hay reunión con charla distendida y merienda. Como todos los jueves por la tarde, los wokianos estaban charlando distendidamente. Los miembros más jóvenes de la comunidad que ya estaban woktizados pero todavía no habían recibido la wokfirmación estaban en las aulas de adoctrinamiento. Hoy en el grupo de siete a nueve años se estaba hablando sobre el mandamiento más polémico.
Nunca usarás el Wok para golpear a seres humanos sin motivo justificado. El quinto y último mandamiento era muy controvertido. ¿Cuándo existía un motivo justificado? La catequista se esforzaba por hacer discernir a los pequeños en qué ocasiones era conveniente profanar un Wok para golpear a alguien: -Si tienes un cuchillo o un arma de fuego no se debe usar el Wok. Si alguien te insulta le puedes insultar, pero no golpear. Si una persona te golpea pero es más débil que tú no hay que usar un Wok, pero si el oponente es más fuerte o hay varios, sí hay motivos para mancillar el Wok con sangre humana. ¿Tenéis alguna duda que queráis compartir?
Un niño llamado Värni preguntó: -Si hay una niña muy fea a la que mirarla causa un horror indescriptible, ¿ofendería al Wok si lo uso para espantarla y conseguir así perderla de vista?- Un coro de voces infantiles comenzó al unísono a cantar: -Lörna es un mostruo, Lörna es un mostruo, Lörna es un mostruo,... -Silencio, niños, por el amor del Wok. Dejad a Lörna en paz, que bastante tiene con su desgracia.- Los risueños menores se callaron al comprender que la resolutiva proselitista estaba en lo cierto. En el futuro debían sólo insultar a aquellos que tuvieran pequeños defectos, pero nunca debían comentar con chanza las mayores y más evidentes taras de los demás.
La catequista prosiguió con su enseñanza: -Si alguien tiene una oreja un poco distinta a la otra, si que podemos usar ese hecho para reírnos de esa persona. Si nuestro amigo es un poco bizco o demasiado alto, está algo gordo, o tiene seis dedos en un pie, podemos resaltar ese defecto y usarlo para reírnos a su costa. Sin embargo, cuando alguien tiene obesidad mórbida, o le falta una oreja, es tuerto, las verrugas anidan profusamente en su cara, o tiene sólo tres dedos en una mano, debemos intentar olvidar ese desgraciado defecto y nunca recalcarlo en su presencia. En este caso, si Lörna fuese algo fea, podríamos reírnos de ella. Pero niños, Lörna es repugnante, es una prueba viviente de lo agradecidos que debemos estar al Wok porque no seamos como ella. Su aspecto es demasiado repulsivo como para que sea motivo de risa.
Si Lörna no hubiera estado acostumbrada a ese tipo de situaciones, se habría echado a llorar. Pero no, hasta que no aprendiera a maquillarse esperpénticamente para ocultar con tino sus rasgos faciales, la vida de Lörna estaría salpicada de momentos como el que acababa de vivir.
Como es posible que no haya quedado lo suficientemente clara la insoportable infancia de Lörna, quien no debemos olvidar que descargaba el estrés acumulado en el cuerpo de su hermanito Ihrën, a continuación pasamos a relatar el momento en el que Sören y Lörna se conocieron. Un encuentro que desembocaría en toda una suerte de ridículas decisiones que han dado pie a la escritura de este libro. Y por dar pie no hacemos referencia a la amputación del pequeño Sören, solo utilizamos una frase hecha sin segundas intenciones.
Nunca usarás el Wok para golpear a seres humanos sin motivo justificado. El quinto y último mandamiento era muy controvertido. ¿Cuándo existía un motivo justificado? La catequista se esforzaba por hacer discernir a los pequeños en qué ocasiones era conveniente profanar un Wok para golpear a alguien: -Si tienes un cuchillo o un arma de fuego no se debe usar el Wok. Si alguien te insulta le puedes insultar, pero no golpear. Si una persona te golpea pero es más débil que tú no hay que usar un Wok, pero si el oponente es más fuerte o hay varios, sí hay motivos para mancillar el Wok con sangre humana. ¿Tenéis alguna duda que queráis compartir?
Un niño llamado Värni preguntó: -Si hay una niña muy fea a la que mirarla causa un horror indescriptible, ¿ofendería al Wok si lo uso para espantarla y conseguir así perderla de vista?- Un coro de voces infantiles comenzó al unísono a cantar: -Lörna es un mostruo, Lörna es un mostruo, Lörna es un mostruo,... -Silencio, niños, por el amor del Wok. Dejad a Lörna en paz, que bastante tiene con su desgracia.- Los risueños menores se callaron al comprender que la resolutiva proselitista estaba en lo cierto. En el futuro debían sólo insultar a aquellos que tuvieran pequeños defectos, pero nunca debían comentar con chanza las mayores y más evidentes taras de los demás.
La catequista prosiguió con su enseñanza: -Si alguien tiene una oreja un poco distinta a la otra, si que podemos usar ese hecho para reírnos de esa persona. Si nuestro amigo es un poco bizco o demasiado alto, está algo gordo, o tiene seis dedos en un pie, podemos resaltar ese defecto y usarlo para reírnos a su costa. Sin embargo, cuando alguien tiene obesidad mórbida, o le falta una oreja, es tuerto, las verrugas anidan profusamente en su cara, o tiene sólo tres dedos en una mano, debemos intentar olvidar ese desgraciado defecto y nunca recalcarlo en su presencia. En este caso, si Lörna fuese algo fea, podríamos reírnos de ella. Pero niños, Lörna es repugnante, es una prueba viviente de lo agradecidos que debemos estar al Wok porque no seamos como ella. Su aspecto es demasiado repulsivo como para que sea motivo de risa.
Si Lörna no hubiera estado acostumbrada a ese tipo de situaciones, se habría echado a llorar. Pero no, hasta que no aprendiera a maquillarse esperpénticamente para ocultar con tino sus rasgos faciales, la vida de Lörna estaría salpicada de momentos como el que acababa de vivir.
Como es posible que no haya quedado lo suficientemente clara la insoportable infancia de Lörna, quien no debemos olvidar que descargaba el estrés acumulado en el cuerpo de su hermanito Ihrën, a continuación pasamos a relatar el momento en el que Sören y Lörna se conocieron. Un encuentro que desembocaría en toda una suerte de ridículas decisiones que han dado pie a la escritura de este libro. Y por dar pie no hacemos referencia a la amputación del pequeño Sören, solo utilizamos una frase hecha sin segundas intenciones.