Desde que se conocieron en la zona de juegos infantiles de una hamburguesería, Lörna cayó locamente enamorada de Sören. Desde entonces hizo todo lo posible para estar con él. Muchas tardes acudía con su mamá al Mc Donald’s donde se vieron por primera vez con la esperanza de volver a encontrarse con su amado. Como Bësta era estreñida no tuvo inconvenientes en merendar allí casi a diario y de esta forma mejorar su tránsito al tiempo que hacía feliz a su grotesco retoño. Mientras engullía las hamburguesas se preguntaba: -¿De verdad algo así será mi hija?- No podía caberle en la cabeza que pudiera ser tan fea.
Las prótesis son bastante funcionales, pero no hay nada como un miembro de verdad. Si el daño que Sören sufrió en el pie hubiera sido menor, los médicos hubieran podido hacer crecer un pie a partir de células madre del paciente, pero en vista de que se trituró el pie a la altura del tobillo lo único que podía ayudarle a recuperar la funcionalidad era recibir una donación. Desgraciadamente pocos niños mueren en los países desarrollados. Muchos mueren por enfermedades, y por tanto no pueden ser donantes de órganos. Los que mueren en accidentes son tan escasos, que se priorizan los trasplantes de corazón, hígado, riñones o córneas. Para cuando los médicos quieren hacerse con un pie ya no puede ser utilizado debido al tiempo desde el deceso. Algo más de un año tras el penoso accidente, los padres del lisiadito comprendieron que la única posibilidad para su hijo estaba en el tercer mundo.
Cuando Sören regresó de las vacaciones, todavía cojeando un poco, coincidió con su admiradora en la hamburguesería en la que se encontraron por primera vez casi dos años antes. Ambos se reconocieron inmediatamente por razones diferentes, pero relacionadas: la belleza y la fealdad fuera de lo común hicieron que no pudieran olvidarse el uno al otro.
Junto a la chica pendeja, Sören vio a un niño algo menor que ellos. Por comparación, le pareció guapísimo y se enamoró de él con la pureza con la que solo los niños se enamoran. Ihrën, al ver a Sören mirarle de aquella manera sintió una punzada en su espinazo. Un escalofrío lo estremeció cuando vio que su hermana también miraba así a ese guapo niño. A pesar de su corta edad, el pequeño comprendió que tenía ante sí una estupenda oportunidad de vengarse de su hermana, quien le pegaba unas palizas de órdago para desquitarse de los improperios que le dirigían a diario.
Los años se sucedieron vertiginosamente para Sören, Lörna e Ihrën. Ese triángulo en el que se mezclaba el amor con el interés, la desconfianza y el odio no podía tener un buen final. Por esa época, Ihrën y Sören estaban saliendo juntos y Lörna lloraba por las esquinas mientras las prostitutas se reían de ella y le gritaban que se marchase porque les espantaba la clientela.
Aquella noche los padres del pequeño Ihrën se habían ausentado de casa y los jóvenes aprovechaban para fornicar apasionadamente. Lörna lo escuchaba todo en la habitación de al lado, mordiéndose los labios para no gritar con rabia.
-Tienes un pie más oscuro que otro.- Se sorprendió Ihrën en la cama junto a Sören.
-Pues sí. Antes de que nos conociéramos tuve un accidente y perdí el pie. Por suerte pudieron trasplantarme este.
Ihrën quitó hierro al asunto: -¡Socorro, mi novio es negro!
Sören matizó a su amigo: -Bueno, tampoco es tan oscuro, solo parece que no me lo he lavado en un tiempo…
-Anda, trae aquí ese pie café con leche…
Los adolescentes no se amaban, pero lo pasaban en grande y aparte de la depresión que causaron a Lörna, no hacían daño a nadie. La atormentada joven intentó suicidarse un par de veces, pero tampoco le puso mucho empeño. Apenas unas marcas en las muñecas atestiguaban el estado depresivo de la muchacha. Aunque por momentos Sören se sentía culpable, Ihrën le convenció de que su hermana era tan hija de puta como ellos, o acaso más. Las golpizas que recibimos en la infancia nunca se olvidan, y Lörna se cebó demasiado con su pobre hermanito.
La pareja solía frecuentar El Paraíso, la discoteca de ambiente más in de la ciudad. El principal problema de los locales dirigidos al público gay es la fealdad de sus clientes. Cuando un pub abre su público está formado por gente joven y razonablemente atractiva. Al cabo de un tiempo se va llenando de viejos y gordos, atraídos por la presencia de jovencitos llamativos. Poco a poco los jóvenes cambian sus rutinas en busca de nuevos lugares en los que no se sientan acosados por hombres feos que intentan seducir desesperadamente a jóvenes.
Este comportamiento ha hecho que a lo largo de la historia los locales de ambiente tengan un ciclo de vida corto. Constantemente cierran unas semanas y cambian la decoración y el nombre antes volver a abrir. Por suerte, Härold Ford, descendiente del mítico fabricante de automóviles, fundó la cadena de discotecas El Paraíso, que con ciento veintisiete establecimientos domina el mercado mundial de ocio nocturno para homosexuales.
La idea de negocio es simple pero efectiva: Se alquilan espacios en torres de oficinas de aproximadamente cuarenta plantas. Aprovechando que por la noche los edificios no tienen actividad, se contratan ascensoristas que solo permiten realizar trayectos de bajada. La discoteca se sitúa en la planta superior y para alcanzarla hay que subir por las escaleras. Además, en algunas plantas hay que recorrer largos pasillos antes de continuar la subida. Incluso en algunos pisos es necesario volver a bajar un par de plantas para encontrar las siguientes escaleras de subida. Hacia la planta quince y treinta hay zonas de hostelería con buffet libre gratuito y discotecas llamadas El Infierno y El Purgatorio respectivamente. En la entrada al edificio se coloca la taquilla en la que se cobra un precio proporcional a la edad: Hasta veinte años es gratis. A los demás se les resta veinte a su edad para determinar cuánto han de pagar. Con esta primera criba se evita que entren los viejos pobres, que suelen ser los que están peor conservados. Aunque entren bastantes cincuentones, todavía tienen que subir más de cuarenta pisos para llegar a El Paraíso.
Es bien sabido que las cuadrillas de amigos suelen estar formadas por personas similares. Si piensas que tus amigos son gilipollas probablemente tú también lo seas. Si tus amigos te parecen feos seguramente deberías aplicarte ese calificativo a ti mismo. Cada viernes y sábado un buen número de grupos se disponen a subir las escaleras para alcanzar la discoteca más famosa de la ciudad. En algunos de estos grupos de amigos abundan los gordos mientras que en otros la media de edad es alta. Todas las personas comienzan a escalar el edificio. Siempre pueden llamar al ascensor si se han cansado, pero solo podrán usarlo para descender hasta una de las zonas intermedias o a la salida. Los clientes llegan a la planta quince. Todos descansan y aprovechan para hidratarse. Mientras los jóvenes esbeltos se detienen tan solo unos minutos a tomar un refresco, los grupos cuya media de edad supera la cuarentena y los formados por maricones rollizos se paran a cenar gratis en esa planta. Algunos incluso se toman la primera copa en El Infierno antes de seguir su camino a El Purgatorio.
Los clientes más jóvenes y apetecibles cenan en la planta treinta, y descansan unos minutos antes de seguir hacia El Paraíso. Los grupos de treintañeros algo fondones descansan en El Purgatorio y parte de ellos decide quedarse el resto de la noche allí. Para cuando los viejos de El Infierno suben, los treintañeros rechonchos ya están demasiado cansados como para proseguir su ascenso. De esta forma se logra separar a los gays de acuerdo a su forma física, reservando El Paraíso para aquellos con constitución atlética. Es cierto que los tipos más determinados consiguen alcanzar la cota más alta independientemente de su peso y edad, pero sus posibilidades de éxito son muy reducidas al aparecer sudorosos y agotados, además de estar rodeados por un montón de hombres mucho más atractivos que se apartan de ellos con desprecio.
Ihrën y Sören no tenían ningún problema en llegar a El Paraíso en un tiempo razonable sin apenas cansarse. Allí pasaban la noche moviéndose y tomando bebidas alcohólicas. A pesar de su corta edad, Sören nunca perdía el control sobre sí mismo. Sin embargo, el pequeño Ihrën bebía demasiado y consumía más tema del necesario para divertirse. Ese sábado, todavía sufriendo los efectos de la noche anterior, Ihrën se desmayó. Inmediatamente se hizo un círculo de curiosos a su alrededor. Entre dos musculosos monitores de gimnasio le pusieron en pie y le llevaron en volandas a la zona de sofás donde le recostaron. Poco a poco se fue reponiendo. Sören le acompañó hasta que se sintió algo mejor. Le preguntaba de cuando en cuando cómo se encontraba. Al fin Ihrën confesó sentirse bastante mejor. Sören le preguntó si se animaba a seguir bailando o si quería ir al reservado. Ihrën prefirió quedarse tumbado descansando y su novio se fue a ligar, dejándole solo en aquel trance.
Pocas semanas después Ihrën comenzó a flirtear con Ingrid, una francesita muy simpática que conoció en el gimnasio. Cansado del egoísmo de Sören, tan común en los hombres gays, decidió salir con mujeres a partir de ese momento. A pesar de que los adolescentes estaban en una relación abierta, el joven decidió cortar con Sören antes de intentar algo serio con Ingrid. La regla de las relaciones abiertas es no sentir nada por los ligues ocasionales y el joven Mälden quería enamorarse de aquella linda pelirroja.
-Soy guapo, simpático, gracioso, tengo dinero, soy bueno en la cama. No entiendo que me quieras dejar.- Aquella fue una de las pocas veces en las que Sören dejó ver su cara de estupefacción.
-Es verdad todo lo que dices, pero tienes un defecto que hace insoportable estar a tu lado. Eres demasiado egoísta como para que alguien que no sea de tu familia sea capaz de soportarte.
Las prótesis son bastante funcionales, pero no hay nada como un miembro de verdad. Si el daño que Sören sufrió en el pie hubiera sido menor, los médicos hubieran podido hacer crecer un pie a partir de células madre del paciente, pero en vista de que se trituró el pie a la altura del tobillo lo único que podía ayudarle a recuperar la funcionalidad era recibir una donación. Desgraciadamente pocos niños mueren en los países desarrollados. Muchos mueren por enfermedades, y por tanto no pueden ser donantes de órganos. Los que mueren en accidentes son tan escasos, que se priorizan los trasplantes de corazón, hígado, riñones o córneas. Para cuando los médicos quieren hacerse con un pie ya no puede ser utilizado debido al tiempo desde el deceso. Algo más de un año tras el penoso accidente, los padres del lisiadito comprendieron que la única posibilidad para su hijo estaba en el tercer mundo.
Cuando Sören regresó de las vacaciones, todavía cojeando un poco, coincidió con su admiradora en la hamburguesería en la que se encontraron por primera vez casi dos años antes. Ambos se reconocieron inmediatamente por razones diferentes, pero relacionadas: la belleza y la fealdad fuera de lo común hicieron que no pudieran olvidarse el uno al otro.
Junto a la chica pendeja, Sören vio a un niño algo menor que ellos. Por comparación, le pareció guapísimo y se enamoró de él con la pureza con la que solo los niños se enamoran. Ihrën, al ver a Sören mirarle de aquella manera sintió una punzada en su espinazo. Un escalofrío lo estremeció cuando vio que su hermana también miraba así a ese guapo niño. A pesar de su corta edad, el pequeño comprendió que tenía ante sí una estupenda oportunidad de vengarse de su hermana, quien le pegaba unas palizas de órdago para desquitarse de los improperios que le dirigían a diario.
Los años se sucedieron vertiginosamente para Sören, Lörna e Ihrën. Ese triángulo en el que se mezclaba el amor con el interés, la desconfianza y el odio no podía tener un buen final. Por esa época, Ihrën y Sören estaban saliendo juntos y Lörna lloraba por las esquinas mientras las prostitutas se reían de ella y le gritaban que se marchase porque les espantaba la clientela.
Aquella noche los padres del pequeño Ihrën se habían ausentado de casa y los jóvenes aprovechaban para fornicar apasionadamente. Lörna lo escuchaba todo en la habitación de al lado, mordiéndose los labios para no gritar con rabia.
-Tienes un pie más oscuro que otro.- Se sorprendió Ihrën en la cama junto a Sören.
-Pues sí. Antes de que nos conociéramos tuve un accidente y perdí el pie. Por suerte pudieron trasplantarme este.
Ihrën quitó hierro al asunto: -¡Socorro, mi novio es negro!
Sören matizó a su amigo: -Bueno, tampoco es tan oscuro, solo parece que no me lo he lavado en un tiempo…
-Anda, trae aquí ese pie café con leche…
Los adolescentes no se amaban, pero lo pasaban en grande y aparte de la depresión que causaron a Lörna, no hacían daño a nadie. La atormentada joven intentó suicidarse un par de veces, pero tampoco le puso mucho empeño. Apenas unas marcas en las muñecas atestiguaban el estado depresivo de la muchacha. Aunque por momentos Sören se sentía culpable, Ihrën le convenció de que su hermana era tan hija de puta como ellos, o acaso más. Las golpizas que recibimos en la infancia nunca se olvidan, y Lörna se cebó demasiado con su pobre hermanito.
La pareja solía frecuentar El Paraíso, la discoteca de ambiente más in de la ciudad. El principal problema de los locales dirigidos al público gay es la fealdad de sus clientes. Cuando un pub abre su público está formado por gente joven y razonablemente atractiva. Al cabo de un tiempo se va llenando de viejos y gordos, atraídos por la presencia de jovencitos llamativos. Poco a poco los jóvenes cambian sus rutinas en busca de nuevos lugares en los que no se sientan acosados por hombres feos que intentan seducir desesperadamente a jóvenes.
Este comportamiento ha hecho que a lo largo de la historia los locales de ambiente tengan un ciclo de vida corto. Constantemente cierran unas semanas y cambian la decoración y el nombre antes volver a abrir. Por suerte, Härold Ford, descendiente del mítico fabricante de automóviles, fundó la cadena de discotecas El Paraíso, que con ciento veintisiete establecimientos domina el mercado mundial de ocio nocturno para homosexuales.
La idea de negocio es simple pero efectiva: Se alquilan espacios en torres de oficinas de aproximadamente cuarenta plantas. Aprovechando que por la noche los edificios no tienen actividad, se contratan ascensoristas que solo permiten realizar trayectos de bajada. La discoteca se sitúa en la planta superior y para alcanzarla hay que subir por las escaleras. Además, en algunas plantas hay que recorrer largos pasillos antes de continuar la subida. Incluso en algunos pisos es necesario volver a bajar un par de plantas para encontrar las siguientes escaleras de subida. Hacia la planta quince y treinta hay zonas de hostelería con buffet libre gratuito y discotecas llamadas El Infierno y El Purgatorio respectivamente. En la entrada al edificio se coloca la taquilla en la que se cobra un precio proporcional a la edad: Hasta veinte años es gratis. A los demás se les resta veinte a su edad para determinar cuánto han de pagar. Con esta primera criba se evita que entren los viejos pobres, que suelen ser los que están peor conservados. Aunque entren bastantes cincuentones, todavía tienen que subir más de cuarenta pisos para llegar a El Paraíso.
Es bien sabido que las cuadrillas de amigos suelen estar formadas por personas similares. Si piensas que tus amigos son gilipollas probablemente tú también lo seas. Si tus amigos te parecen feos seguramente deberías aplicarte ese calificativo a ti mismo. Cada viernes y sábado un buen número de grupos se disponen a subir las escaleras para alcanzar la discoteca más famosa de la ciudad. En algunos de estos grupos de amigos abundan los gordos mientras que en otros la media de edad es alta. Todas las personas comienzan a escalar el edificio. Siempre pueden llamar al ascensor si se han cansado, pero solo podrán usarlo para descender hasta una de las zonas intermedias o a la salida. Los clientes llegan a la planta quince. Todos descansan y aprovechan para hidratarse. Mientras los jóvenes esbeltos se detienen tan solo unos minutos a tomar un refresco, los grupos cuya media de edad supera la cuarentena y los formados por maricones rollizos se paran a cenar gratis en esa planta. Algunos incluso se toman la primera copa en El Infierno antes de seguir su camino a El Purgatorio.
Los clientes más jóvenes y apetecibles cenan en la planta treinta, y descansan unos minutos antes de seguir hacia El Paraíso. Los grupos de treintañeros algo fondones descansan en El Purgatorio y parte de ellos decide quedarse el resto de la noche allí. Para cuando los viejos de El Infierno suben, los treintañeros rechonchos ya están demasiado cansados como para proseguir su ascenso. De esta forma se logra separar a los gays de acuerdo a su forma física, reservando El Paraíso para aquellos con constitución atlética. Es cierto que los tipos más determinados consiguen alcanzar la cota más alta independientemente de su peso y edad, pero sus posibilidades de éxito son muy reducidas al aparecer sudorosos y agotados, además de estar rodeados por un montón de hombres mucho más atractivos que se apartan de ellos con desprecio.
Ihrën y Sören no tenían ningún problema en llegar a El Paraíso en un tiempo razonable sin apenas cansarse. Allí pasaban la noche moviéndose y tomando bebidas alcohólicas. A pesar de su corta edad, Sören nunca perdía el control sobre sí mismo. Sin embargo, el pequeño Ihrën bebía demasiado y consumía más tema del necesario para divertirse. Ese sábado, todavía sufriendo los efectos de la noche anterior, Ihrën se desmayó. Inmediatamente se hizo un círculo de curiosos a su alrededor. Entre dos musculosos monitores de gimnasio le pusieron en pie y le llevaron en volandas a la zona de sofás donde le recostaron. Poco a poco se fue reponiendo. Sören le acompañó hasta que se sintió algo mejor. Le preguntaba de cuando en cuando cómo se encontraba. Al fin Ihrën confesó sentirse bastante mejor. Sören le preguntó si se animaba a seguir bailando o si quería ir al reservado. Ihrën prefirió quedarse tumbado descansando y su novio se fue a ligar, dejándole solo en aquel trance.
Pocas semanas después Ihrën comenzó a flirtear con Ingrid, una francesita muy simpática que conoció en el gimnasio. Cansado del egoísmo de Sören, tan común en los hombres gays, decidió salir con mujeres a partir de ese momento. A pesar de que los adolescentes estaban en una relación abierta, el joven decidió cortar con Sören antes de intentar algo serio con Ingrid. La regla de las relaciones abiertas es no sentir nada por los ligues ocasionales y el joven Mälden quería enamorarse de aquella linda pelirroja.
-Soy guapo, simpático, gracioso, tengo dinero, soy bueno en la cama. No entiendo que me quieras dejar.- Aquella fue una de las pocas veces en las que Sören dejó ver su cara de estupefacción.
-Es verdad todo lo que dices, pero tienes un defecto que hace insoportable estar a tu lado. Eres demasiado egoísta como para que alguien que no sea de tu familia sea capaz de soportarte.