Los años pasaron y poco después de heredar un dinero inesperado Lörna comenzó una bonita relación con el director Krox Guilär. La otoñal tarde nublada impulsó a que Lörna y Krox salieran a pasear por el centro de la ciudad. Caminaban de la mano, como hacen las parejas que se aman de verdad, o aquellas en las que uno de los novios es ciego y quiere desprenderse del bastón para que no se le haga un callo en la mano.
Tras andar un buen rato la pareja decidió entrar en un céntrico bar. Allí se encontraron con una pareja amiga y se sentaron junto a ellos. El camarero les preguntó con qué tapa acompañarían su consumición. La joven dijo que no quería nada. -¡Pero chiquilla, si está incluida en el precio! Tengo unos huevos escalfados con salmón y vinagreta para chuparse los dedos. –No, gracias. Con la pepsi light tengo suficiente. –Como veas, pero le estás haciendo un feo a mi mujer, que hace unas comidas de rechupete.
-¡Qué hombre tan pesado! ¿Os habéis fijado qué trauma tenía con la succión? Preguntó Lörna a los presentes. -Seguro que de pequeño alguien le obligó a lamer algo.
-¿Por qué no has querido un aperitivo? Creo que tienes un problema con la comida.-Observó Krox preocupado.
-¡No digas tonterías, es solo que no ahora me apetece nada!
-Ojalá estuviera tan delgada como tú, estoy tan asquerosamente gorda… -Terció su amiga común mientras se llevaba a la boca un par de patatas con salsa alioli.
-¡Tú no estás gorda, estás jamona! - Krox siempre fue algo espontáneo, seguramente por la influencia de su abuela mediterránea. Si bien es cierto que le gustaba su novia, con el paso de las semanas iba notando la falta de carne que agarrar.
Lörna montó en cólera, se levantó de sopetón y se marchó corriendo. Krox fue tras ella y la alcanzó en la calle, abriéndose paso entre los peatones resguardados bajo paraguas. Le agarró del brazo y al voltearla descubrió que las lágrimas se mezclaban con la lluvia que caía por su rostro, embadurnando sus mejillas con maquillaje. La empujó hacia él violentamente y la besó con pasión, notando como poco a poco cedía su resistencia hasta que se abandonó entre los brazos de su novio.
La joven llego a casa, muerta de hambre tras no haber probado bocado en todo el día. Se dirigió al frigorífico para asaltarlo. Tras engullir lo primero que tuvo a la vista fue al lavabo a provocarse el vómito. Mientras se lavaba los dientes se miraba en el espejo. –Un problema con la comida yo, qué tontería. Tengo una talla 36, yo no tengo ningún problema.
Tras andar un buen rato la pareja decidió entrar en un céntrico bar. Allí se encontraron con una pareja amiga y se sentaron junto a ellos. El camarero les preguntó con qué tapa acompañarían su consumición. La joven dijo que no quería nada. -¡Pero chiquilla, si está incluida en el precio! Tengo unos huevos escalfados con salmón y vinagreta para chuparse los dedos. –No, gracias. Con la pepsi light tengo suficiente. –Como veas, pero le estás haciendo un feo a mi mujer, que hace unas comidas de rechupete.
-¡Qué hombre tan pesado! ¿Os habéis fijado qué trauma tenía con la succión? Preguntó Lörna a los presentes. -Seguro que de pequeño alguien le obligó a lamer algo.
-¿Por qué no has querido un aperitivo? Creo que tienes un problema con la comida.-Observó Krox preocupado.
-¡No digas tonterías, es solo que no ahora me apetece nada!
-Ojalá estuviera tan delgada como tú, estoy tan asquerosamente gorda… -Terció su amiga común mientras se llevaba a la boca un par de patatas con salsa alioli.
-¡Tú no estás gorda, estás jamona! - Krox siempre fue algo espontáneo, seguramente por la influencia de su abuela mediterránea. Si bien es cierto que le gustaba su novia, con el paso de las semanas iba notando la falta de carne que agarrar.
Lörna montó en cólera, se levantó de sopetón y se marchó corriendo. Krox fue tras ella y la alcanzó en la calle, abriéndose paso entre los peatones resguardados bajo paraguas. Le agarró del brazo y al voltearla descubrió que las lágrimas se mezclaban con la lluvia que caía por su rostro, embadurnando sus mejillas con maquillaje. La empujó hacia él violentamente y la besó con pasión, notando como poco a poco cedía su resistencia hasta que se abandonó entre los brazos de su novio.
La joven llego a casa, muerta de hambre tras no haber probado bocado en todo el día. Se dirigió al frigorífico para asaltarlo. Tras engullir lo primero que tuvo a la vista fue al lavabo a provocarse el vómito. Mientras se lavaba los dientes se miraba en el espejo. –Un problema con la comida yo, qué tontería. Tengo una talla 36, yo no tengo ningún problema.