Los wokianos deben seguir los siguientes cinco preceptos:
1. No tomarás el nombre del Wok en vano.
2. No se puede cocinar más que en Wok.
3. Los jueves hay reunión con charla distendida y merienda.
4. El canibalismo está muy feo, pero si no hay más remedio…
5. Nunca usarás el Wok para golpear a seres humanos sin motivo justificado.
Como decíamos, los Mälden han sido wokianos desde la más remota antigüedad. Durante la mayor parte del tiempo parecen gente normal, pero en ocasiones especiales deben actuar de forma muy extraña para seguir la tradición.
No cambié, no cambié, no cambié.
No cambié, no cambié, no cambié.
-¡Ihrën, cariño! ¿Qué te ocurre?- Ingrid parecía preocupada. Ihrën siguió con su críptica cantinela:
Cariño, ¿qué te sucede?
¿Pero qué no cambiaste?
Ingrid comprendió que Ihrën era wokiano y se le estaba declarando. Si le aceptaba, debería hacerse wokiana y a ella le gustaba mucho usar la Termomix. Por otro lado las verduras salteadas le encantaban y siempre había considerado que era mejor adorar a una sartén oriental y olvidarse del tema que plantearse constantemente si había algo después de la muerte. Además, cocinando con un wok los alimentos no se pegan y se ahorra mucho en lavavajillas.
Sopesando pros y contras respondió a Ihrën: Yo tampoco cambié. Pero esa no era la respuesta ritual apropiada para aceptar su petición de matrimonio así que Ihrën replicó sin tregua:
No cambié, no cambié, no cambié.
No cambié, no cambié, no cambié.
Ingrid abrió la página de Google en su móvil y así pudo decir la respuesta adecuada para corresponder a Ihrën. La situación no paraba de rezumar un romanticismo abrumador.
Sigo siendo la misma
Pero ya no sufro por tu querer
A Ihrën se le iluminó la cara por las luces de un coche que pasaba junto a la ventana en ese momento. Era preciso que fuera noche cerrada cuando los wokianos se comprometieran. Ingrid pensó que aún sin las luces del vehículo se le hubiera iluminado la tez a su amado, con el fulgor que solo el amor correspondido o la manipulación genética son capaces de proporcionar.
Pese a que Ingrid no respondió adecuadamente a las dos primeras interpelaciones, sí que lo hizo bien al tercero y último intento permitido gracias al absurdo afán del ser humano por poner todas las tonterías posibles en algún rincón indexado de internet. Después de que Ihrën volviera a recitar el fragmento correspondiente, el rito de pedida de mano podía darse por acabado. Ya estaban oficialmente comprometidos. ¡Qué alegría, qué alborozo, qué de felicidad!